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Propuesta para la dirección artística del Festival Internacional de Artes Electrónicas y Video Transitio_mx 05

 

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Orientación temática

En 1969 la revista Time designó como Person of the Year a la clase media norteamericana, la Silent Majority que llevó a Nixon a la presidencia y le otrogó el apoyo necesario para recortar programas sociales y desplegar a las fuerzas armadas en Vietnam. La mayoría silenciosa fue el término que el propio Nixon popularizó para fijar un contrapeso a la minoría vocal, la otra parte de la población que se se afianzó en acciones contraculturales para expresar su desacuerdo ante el carácter conservador y bélico de las instituciones gubernamentales. En tan sólo cuatro décadas el foco de atención mundial se desplazó a tal grado que el reconocimiento Person of the Year 2011 fue otorgado a The Protester, un término acuñado para designar a los participantes de la Primavera Árabe, del Occupy Movement y del movimiento de Los Indignados, entre otros.

Así, en la opinión de Time –y valdría la pena investigar qué tanto estarían de acuerdo con ella los escépticos o detractores de esta publicación, de la hegemonía mediática norteamericana o incluso de los mismos mass media– sólo fue necesario que transcurrieran cuarenta y dos años para que el mayor potencial sociopolítico de acción se trasladara de la mayoría silenciosa televisiva a la mayoría vocal, visible y audible, de las redes sociales. Siguiendo la invitación de esta particular línea de tiempo, valdría también la pena reflexionar sobre la relación que guarda este desplazamiento con las designaciones del Person of the Year de 1982 (The Computer), de 2006 (You. “Yes, you. You control the Information Age. Welcome to your World.”) o de 2010 (Mark Zuckerberg).

La lectura que surge de las líneas anteriores en el contexto de la planeación de un festival de arte, tecnología y sociedad es la siguiente: Hace todavía unas pocas décadas que el marco mediático contribuía eficazmente a sustentar instituciones (políticas, económicas, educativas, etc.) que ya no funcionaban pero aún convencían. Sin que esto haya dejado de ser enteramente cierto, somos testigos de la confrontación entre un importante sector del marco mediático actual y las mismas instituciones que –aún sin funcionar– hace mucho tiempo que dejaron de convencer. Este desplazamiento, que le dió voz y visibilidad a la mayoría silenciosa, fue provocado en gran medida por el aprovechamiento personalizado de las tecnologías y su utilización a escala global. Sin embargo, es ahora imprescindible producir colectivamente un desplazamiento más complejo, en el que la mayoría vocal que protesta ceda su lugar a una mayoría actuante que proponga, gestione y resuelva. Guardando una distancia prudente con respecto del pensamiento utópico, se debe reconocer que este desplazamiento es no sólo complejo sino también muy difícil, y que las instituciones y jerarquías a las que cuestiona ponen constantemente en práctica interesantes estrategias para conjurarlo. En otras palabras, se asume que el éxito de esta tarea no está de ninguna manera asegurado. No existen garantías para la consolidación futura de una mayoría actuante. Lo que sí puede garantizarse es que esta consolidación no sucederá si no es a partir de un entendimiento colectivo, coordinado y compartido (colaborativo) de las infraestructuras comunicativas y las plataformas creativas que se hallan en la intersección presente del arte, la tecnología y la sociedad.

La nube mediática, vista únicamente como infraestructura tecnológica, no es suficiente para afrontar los problemas que nos plantea la sociedad actual. Es preciso aprender a utilizar este dispositivo social expandido para focalizar los problemas desde perspectivas múltiples, para construir de forma distribuída el conocimiento necesario para resolverlos y propagarlo con rapidez, así como para coordinar horizontalmente líneas de acción que produzcan resonancias en la forma de flujos creativos y afectivos de circulación libre. Es el tiempo para colaborar. Para aceptar que la creatividad que demanda esta época no es ya de carácter individual, que el conocimiento significativo se construye y se valida solamente en comunidad, y que la hegemonía de un lenguaje sobre otros –y esto resulta particularmente válido en el caso de los lenguajes artísticos– conduce a un discurso repetitivo, cuando no estéril.

Es momento para diseñar y poner en práctica las nuevas formas colaborativas de reflexión, actuación y afectación que nos permitan acercarnos, desde el rico y complejo lugar del arte y la tecnología, a un futuro menos incierto y más humano. Transitio_mx 05 intentará dar visibilidad a las propuestas artísticas y mediáticas que, desde muy diferentes puertos, han emprendido esta travesía.

Justificación de la relevancia del tema

La relevancia del tema propuesto para Transitio_mx 05 se puede argumentar en tres alcances: global, regional e institucional.

En el ámbito global, una mirada a los programas de festivales y simposios internacionales de los últimos años bastará para darse cuenta de que las prácticas colaborativas están siendo revisadas intensamente dentro de las artes, las ciencias, las humanidades y otros ámbitos productivos. En el terreno de las artes electrónicas ha cobrado importancia la necesidad de diseñar y poner en práctica novedosas formas de creación basadas en la infraestructura de la nube mediática (The Cloud), y se apuesta al enorme potencial del arte para generar simultáneamente conocimientos, activismos y afectos que ofrezcan respuestas a la compleja problemática social actual. Sin embargo, también se advierte con urgencia la necesidad de contener el entusiasmo y de analizar con rigor dónde se encuentran los límites y los riesgos de estas productividades. No se puede olvidar que las mismas redes sociales que contribuyeron al surgimiento de la Primavera Árabe son utilizadas consistentemente para manipular indicadores del desempeño democrático o para hacer acopio de valiosa información que se transforma en mercancía corriente. En otras palabras, el campo de investigación y producción que definen las prácticas colaborativas en la intersección del arte con la tecnología devela intensas dimensiones de carácter ético y político que es preciso explorar también.

Otra importante tendencia que se observa en las prácticas artísticas a nivel internacional, y que se relaciona estrechamente con la dimensión colaborativa, es una búsqueda renovada por erosionar las barreras entre los diferentes lenguajes y por consolidar proyectos de orden interdisciplinario y transdisciplinario. Esta es una línea de trabajo que debe su origen en parte al suelo común que la plataforma mediática y electrónica presta a prácticamente todas las manifestaciones artísticas, pero que desborda el simple hallazgo con el Otro para dar paso a una verdadera intención de apertura y comprensión de la realidad a partir de las formas de ver que nos brindan los Otros. Puede afirmarse que, si bien la tecnología abrió una puerta más ancha para transitar entre las diferentes disciplinas artísticas, todavía está pendiente elaborar los protocolos adecuados para volver significativos esos tránsitos, y que esta elaboración sólo se puede completar en el ejercicio constructivo de los procesos de colaboración entre las diferentes disciplinas artísticas (y las no-artísticas también).

En el ámbito regional, definido por México y las otras economías emergentes del continente latinoamericano, la reflexión sobre las prácticas colaborativas en el cruce del arte, la tecnología y la sociedad conduce directamente a dos indicadores de relevancia. El primero es el potencial que estas prácticas brindan al desarrollo comunitario, precisamente en una región en que comunidades muy diversas se ven continuamente acotadas, e incluso amenazadas, por instituciones verticales. El segundo indicador es la naturalidad con la cual, en la zona de contacto colaborativo entre el arte y sus públicos, la acción artística se vuelve formativa; en otras palabras, el producto artístico se reintegra a la esfera de lo cotidiano cuando su dimensión comunicativa se independiza de una postura de enunciación individual para hacer énfasis en la generación compartida de conocimiento que se propaga sin censura. Ambos indicadores de relevancia apuntan a la necesidad de fortalecer –a partir del arte– la presencia, la reflexión y la acción colectivas; de producir y hacer circular libremente contenidos culturales que se contrapongan a las anquilosadas fórmulas del entretenimiento, de reconocer y defender con intensidad la impropiedad del espacio público, de los recursos naturales, de la nube mediática, de la ciencia y de las tradiciones.

En el ámbito institucional conformado por el CENART, el CONACULTA y el resto de las organizaciones en la red de construcción del festival, el tema propuesto servirá de base para activar flujos de trabajo y de circulación de públicos guiados por un interés interdisciplinario y transdisciplinario. Esto se traducirá en una práctica colaborativa expandida a nivel institucional para compartir información y recursos vinculados con las propuestas artísticas que se llevarán a cabo en sus espacios. También dará como resultado la formación de públicos más amplios y diversos, con intereses agregados, capaces de producir una crítica polifocal sobre la actualidad del arte, la tecnología y la sociedad. El reto para las instituciones en la red de construcción del festival será reforzar sus identidades específicas, basadas en saberes y actuaciones, al mismo tiempo que buscan desbordar y enriquecer sus hábitos particulares.

 

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